En la mañana del día 2 hubo que madrugar un poco más, pero no mucho, La Solana de las Covachas de no estaba demasiado lejos de nuestro alojamiento. Montamos las redes rápidamente, es un sitio cómodo para hacerlo. En La Solana aprovechamos la presencia de un bebedero para el ganado para montar las redes japoneses. Los pajarillos de la zona, sobre todo en estas calurosas fechas, bajan constantemente a beber. Y como no podía ser de otra forma la jornada de anillamiento fue fructífera, se capturaron 67 aves (1 control) de 18 especies, y eso que las circunstancias hicieron que tuviéramos que quitar las redes antes de tiempo. Hacia las 11am empezó a bajar ganado, y aunque estábamos avisados de ello, en cuanto oímos los cencerros no quedo otra que salir corriendo cuesta arriba como locos para evitar que ovejas y cabras se llevaran por delante las redes. Corrimos mucho, a mi casi me cuesta un esguince en los pulmones, jajaja, pero llegamos a tiempo de plegar las redes y evitar la catástrofe. Evitamos esta, pero no la siguiente. Tras partir el ganado decidimos quitar una de las redes, y justo entonces ella decidió quitarse sola. Se cayó, y se cayó a mala leche, 18 metros de red sobre cardos y otras plantas pinchosas cuyo nombre no quiero recordar. Casi hora y media nos costó liberar la red, pero se hizo.
Se me olvidaba contar algo muy importante de a Solana de las Covachas. Junto al lugar donde anillamos hay una serie de abrigos que alojan pinturas rupestres encuadradas en lo que conocemos como Arte Rupestre del Arco del Mediterráneo, pinturas declaradas Bien de Interés Cultural. Impresiona estar en un sitio que ya era visitado hace miles de años.
Tras recoger las redes nos fuimos a zampar de nuevo a Los Enebros, nuevo banquete. Y es que para nosotros Nerpio, y anillar y comer mucho y bueno son cosas que van íntimamente unidas.
Tras la siesta una parte del grupo expedicionario se volvió a Albacete, otros nos quedamos para aprovechar unos días de vacaciones. Nos dirigimos a Yetas, donde pasaríamos la noche y anillaríamos la mañana siguiente. Como siempre nos dimos una vuelta para comprobar como estaba la zona donde anillaríamos, y ya aprovechamos para montar las redes y dejarlas plegadas para a la mañana siguiente simplemente tener que abrirlas, consiguiendo así unos minutillos mas de sueño que a esas alturas ya nos venias muy bien.
Se me olvidaba agradecer a Manuel Tenes, propietario de la finca donde anillamos, por permitirnos anillar en sus tierras y darnos todo tipo de facilidades, ¡MUCHAS GRACIAS!
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